El dia de hoy dejo una historia mas de mi antologia de cuentos de amor. Espero sea de su agrado.
En un pequeño pueblito español, rodeado de hermosa campiña y famoso por  los vinos exquisitos que en él se elaboraban, vivía una dulce y preciosa  chiquilla a quien llamaban Carmen la del Mesón. ¿El por qué del mote?.  Su padre era el dueño del mesón del pueblo, en el cual, cada noche,  Carmen lucía su arte para cantar y bailar pues su hermosa voz de  contralto acompañaba a su exquisita y grácil figura trigueña donde  sobresalían un par de preciosos y razgados ojos gitanos orlados de  misteriosas pestañas negras que ensombrecían su mirar y que aunadas a  una larguísima y ensortijada cabellera como el azabache hacían que fuera  una gloria fijar la mirada en ella; y cuando bailaba…Ah, cuando  bailaba… sus pies se movían ágilmente sobre el entarimado, permitiendo  entrever un par de hermosísimas piernas largas y esbeltas que  completaban el maravilloso físico de la niña más hermosa del lugar. 
Ante tanta perfección, fácil es imaginar cuantos jóvenes habían  caído rendidos ante sus encantos pero ella a todos los desanimaba,  brindándoles una cordial y sincera amistad.
Una noche, el mejor partido de la región, dueño de muchísimos  viñedos y hatos ganaderos, ve a Carmen y se enamora de ella; durante  algunos meses la corteja con la aprobación de sus padres y de Don José,  el mesonero; pero es en vano, a pesar de haberle cobrado especial cariño  a Juan Ramón Pedraza, que así se llamaba el galán, Carmen comprende que  no es el AMOR, así con mayúsculas que ella esperaba en su vida, el  sentimiento que la une a él y así se lo hace saber y aunque el sigue  amándola, quedan como buenos amigos.
¡ Festival del vino! ¡Fiesta Patronal del pueblo!. Entre las muchas  actividades hay anunciada una corrida de toros para lo cual han acudido  un grupo de jóvenes diestros que buscan  la experiencia que los llevará a  la gloria en estos cotos pueblerinos; y la cantidad de turistas es  también respetable; por la noche, el punto de reunión es el mesón, al no  haber en el remilgado pueblecito, discotecas y otros centros nocturnos  de diversión; allí se dan cita los jóvenes del pueblo formando  abigarrada concurrencia con los fuereños y entre tanta flor linda,  destaca Carmen, quien rodeada de amigos ríe feliz, esperando el momento  de su actuación, hasta que el corazón le da un vuelco y pierde la  sonrisa, asaeteada por la mirada de un par de ojos verdes que se rinden  de admiración ante su belleza. Poco después, amigos comunes los  presentan y ella se entera que es uno de los toreros que actuara en unos  días más, de nombre Gerardo Mayorga “El Niño de la Capea” y él se  anoticia de que ella es la hija del dueño del mesón.
A una hora respetable, Carmen presenta su actuación, arrancando  cálidos aplausos de la concurrencia que no duda en premiar su arte y  apoderándose para siempre del corazón de Gerardo.
Entre ambos jóvenes nace una cálida amistad que rápidamente se convierte  en amor sin que ambos se den cuenta hasta que una noche que  impensadamente sus labios se unen, ambos expresan su cariño a  borbotones: “ Te amo, Carmen. Nunca me separaré de ti”. Ella responde,  conmovida y gozosa: “ Amado mío, siempre estaremos juntos”. Y así entre  abrazos, besos y juramentos, se separan jurándose amor eterno.
Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir, ante el hecho, inminente  de haber encontrado el amor; los 18 años de Carmen brillan felices por  haberlo hallado y los 22 de Gerardo sienten colmada su virilidad al  haber encontrado a la dueña de su corazón, tanto tiempo ansiada.
Tarde calurosa, el sol brilla en todo su esplendor y el coto  taurino, lleno a reventar, vibra con cada faena de los toreros…y llega  el turno del “ Niño de la Capea” que sale al ruedo garboso y valiente y  cuyo actuar arranca fervorosos olés del respetable. En un mágico  momento, unos ojos negros se enredan en una mirada verde y Gerardo  brinda el toro a quien ya considera la dueña de su corazón. El mesonero y  todos los que estaban al tanto de este tierno romance sonríen cómplices  al constatar esta pasión…pero ¡ Oh, infortunio! ; el toro coge al  infortunado y desprevenido torero y lo ensarta con las astas a la altura  del bajo vientre. Dos compañeros logran soltarlo, se oye un horrísino  grito y Carmen corre hacia él. Se arrodilla junto a Gerardo y le pide: “  No te vayas, no me dejes” pero solo logra ver sus ojos vidriados por la  muerte y escuchar sus últimas palabras: “ Siempre te amaré”. Carmen  recoge su postrer quejido y exhalando su último suspiro, Gerardo cae  exánime en los brazos de ella.
Carmen se desmaya fulminada por la pena y es inmediatamente  auxiliada por su padre que ayudado por un médico, la hacen recobrar el  conocimiento. Seis días permaneció Carmen en su cama abatida por el  inmenso dolor que sentía, sin querer comer ni dormir, en una clara  resistencia a vivir, a seguir existiendo sin él.
Un día, los que la acompañaban, la vieron incorporarse y la  escucharon susurrar: “ Gerardo, querido mío, ayúdame a ir hacia ti y  contigo, al cielo” y sonriéndole a alguien que solo ella veía, murió.
Las almas de los dos jóvenes enamorados se fueron para siempre y juntos al cielo.
 
 

